El poder de una mirada de amor

 avatar
Lilibeth Pérez

Estamos en la estación seca. Las hojas caen y la lluvia inunda mi corazón. Siento un escalofrío. Tengo el presentimiento de que algo vendrá y llenará mi corazón con una simple "mirada de amor".

Mientras la lluvia cae, observo las gotas en la ventana del bus que nos lleva. Suspiro, feliz de viajar con mi tía Anayansi rumbo a Veracruz, a la Costa del Sol. Desde mi casa en Colón, el trayecto toma un par de horas. Al llegar, tomamos un taxi que nos deja en la casa que tanto anhelo visitar.

Me emociona ver a mis primos corriendo hacia mí. De repente, noto la presencia de una pequeña que me mira fijamente. Me acerco a ella, la tomo en mis brazos y le digo:

—Hola, Ana Victoria, ¿cómo estás, mami?

(Ana Victoria guarda silencio)

Le sonrío y le ofrezco mi mano. Al tomarla y ver sus ojos, siento que, con solo una mirada, me expresa todo lo que guarda en su corazón: alegría, felicidad y amor. Esa mirada me llena de una emoción tan profunda que mi alma llora de pura felicidad. Me pregunto en silencio: "¿Por qué Ana Victoria no habla? ¿Me tendrá miedo?". Entonces, me acerco a mi tía Anayansi y le comparto mis dudas:

—Tía, ¿Ana Victoria no sabe hablar aún?

—No, mami —me responde—. Ella es especial. Ana Victoria tiene Síndrome de Down. Nació el 31 de octubre de 2020 y tiene 2 añitos.

—¿Y no va a una escuela?

—Sí, asiste al Instituto Panameño de Habilidades Especiales, donde la ayudan a desarrollar lo que aún no sabe hacer.

Cada vez que Ana Victoria me mira, siento que quiere compartir algo. En un momento, comienza a llorar. La tomo en mis brazos y la calmo. No sé si le duele algo, pero verla sufrir me conmueve profundamente.

Pasan las horas y, mientras miro al cielo, siento paz. Al caer la noche, mi abuela nos llama a cenar. En la mesa, reflexiono sobre Ana Victoria. Cuando me retiro a dormir, sin motivo aparente, empiezo a llorar. No entiendo por qué, aunque sé que me siento bien.

Es medianoche y no puedo dormir. Me levanto, voy a la sala y miro por la ventana. Todo está oscuro y el sueño empieza a vencerme. Regreso a la habitación, sintiéndome como un soldado derrotado.

A la mañana siguiente, escucho llorar a alguien. Mi abuela me dice que Ana Victoria no se siente bien, no quiere comer ni beber agua. Me acerco, tomo la botella y logro que beba sin problema. Me quedo pensando que pronto tendré que regresar a Colón, y eso me entristece, pero decido aprovechar al máximo el tiempo con mi familia. Reímos, jugamos y bailamos todo el día. Fueron momentos muy felices.

Llega la noche y sé que al día siguiente debo regresar a casa. De nuevo no puedo dormir. Camino por la sala a oscuras y me siento en el suelo, cubriéndome con un abrigo. Comienzo a llorar y, en ese instante, comprendo algo: Ana Victoria es idéntica a mi difunto bisabuelo. Cuando él te miraba, sentías alivio en el corazón y claridad en la mente. Ana Victoria tiene el mismo efecto con tan solo una mirada.

Es una niña alegre y feliz, gracias a mi tía y a toda la familia que la apoya. Sé que la ayudarán a superar cualquier obstáculo. Si cae, Ana Victoria se levantará, porque en su mirada hay fe, esperanza y amor.

¿Quieres participar?

¡Inscríbete en El Torneo en Línea de Lectoescritura (TELLE) y apoya a los escritores evaluando sus crónicas!

Inscribirme

Apoya a los jovenes

¿Sabías que puedes apoyar a los jóvenes escritores con la compra de sus libros de crónicas?

Ser parte de la historia