¿Por qué ese trato?

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Keysi Rodriguez

Antonia Rodríguez era una abuela, esposa y hermana cariñosa y sensible, conocida por su perfección en todo lo que hacía. El 20 de julio de 2001, al atardecer, compartió con sus nietos la historia de su primer amor.

Era una tranquila noche de 1953 cuando la joven Antonia vio pasar por su casa, en Veraguas, a un grupo de jóvenes. Se fijó en un chico alto, de ojos marrones y cabello ondulado, quien se le acercó para preguntarle algo.

Antonia notó que su acento no era panameño al escuchar su pregunta: "¿Me podrías decir en qué ciudad estamos?" Nerviosa, ella le respondió que en Santiago. El joven, alegre, dijo a sus compañeros: "¡Muchachos, lo logramos, vamos por una mejor vida!" Antonia quedó cautivada por él.

Al día siguiente, fue al mercado y, por casualidad, se encontró con los mismos chicos. Aunque en la noche anterior solo había prestado atención a uno de ellos, ahora notó que todos eran de piel blanca, excepto el muchacho que le había preguntado, que era de piel oscura.

Deseaba verlo de nuevo, pero no ocurrió hasta una semana después, cuando pasó con unas compañeras por una tienda donde él trabajaba. Desde entonces, Antonia buscó excusas para visitar el negocio. Con el tiempo, el joven notó que ella siempre entraba, se quedaba en una esquina y no compraba nada. Un día, se le acercó y le preguntó: "¿Vas a comprar algo?". Ella, con inquietud, contestó: "No tengo dinero". Él abrió el refrigerador y le ofreció una paleta, diciendo: "Tómala, yo la pago. Me llamo Edwar, ¿y tú?". Antonia se presentó, y él le expresó que era muy linda. Acelerada, le dio las gracias y se fue.

Antonia no regresó a la tienda por tres días debido a la vergüenza. Al volver, vio que Edwar era maltratado por los clientes debido a su acento y color de piel. Aunque Edwar intentó defenderse, la situación no mejoró. Al preguntarle por qué soportaba ese trato, él explicó que temía la deportación y que estaba luchando por un futuro mejor para su familia. Antonia, conmovida, le preguntó su origen y se enteró de que era colombiano. A partir de entonces, ella lo visitó diariamente en la tienda y lo ayudó con su trabajo.

Meses después, Antonia recibió una triste noticia de su padre: se mudarían a la provincia de Colón porque su abuelo había enfermado y necesitaban cuidarlo. La mudanza se realizaría en una semana.

Fue a contarle a Edwar sobre esta noticia. Él le compartió que sería deportado a Colombia en tres días, debido a un incidente en el que casi mata a un hombre borracho que lo estaba ofendiendo por su color de piel. Edwar había soportado los insultos, pero cuando el hombre comenzó a golpearlo, él se defendió.

Así, Edwar regresó a Colombia y Antonia se mudó a Colón. No se volvieron a ver hasta 40 años después, cuando él visitó la región atlántica y se encontraron por casualidad. Se saludaron afectuosamente, y Antonia le confesó que él había sido su primer amor. Hablaron de todo un poco y se rieron de las vueltas que da la vida. Edwar le contó sobre sus sufrimientos como migrante y cómo logró adquirir un rancho donde vivía con su familia.

Esta fue la historia que la abuela relató a sus nietos. Aunque hubiera querido escucharla directamente de su voz, mi bisabuela Antonia falleció hace un año. A pesar de su ausencia, sus recuerdos y relatos siguen vivos en nosotros.

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